Después de haberse recuperado, Hanns se unió al Patriarca, una organización que tiene más de 65 años trabajando en Europa con chicos con problemas de adicción. El Patriarca lo mandó a él y a otras 3 personas a Guatemala a trabajar como misioneros con una organización nacional. Pero esta organización los engañó; en lugar de permitirles ayudar, los pusieron a vender calcomanías en los buses y a pedir dinero. Al darse cuenta de la situación, los cuatro misioneros decidieron poner una queja, ya que no era a eso a lo que habían llegado al país. Pero, sus superiores no les creyeron. Y es que era la palabra de cuatro drogadictos que recién acababan de salir del proceso de desintoxicación, contra la de psicólogos, licenciados y gente importante, que estaban a cargo de la organización.
A pesar de este infortunio, ellos no se dejaron vencer y decidieron hacer algo al respecto. Resolvieron vender su pasaje de avión que los llevaría de regreso, y con el dinero alquilaron unas tierras en ciudad Quetzal. Allí colocaron dos contenedores en forma de L, uno era la escuela y en el otro los dormitorios. Vivían con lo mínimo. Hanns cuenta que su estufa era un bote de leche con carbón; su ropero era una caja de cartón; y su baño, cuatro palos y un nylon sobre un desagüe. Las personas, al ver la escasez en la que vivían, se reían y comentaban que ellos vivían peor que los niños a los que estaban ayudando.
Los cuatro misioneros querían tener su propia organización para ayudar a las personas, pero debido a que eran extranjeros, legalmente, no les era permitido poseer una organización. Así que decidieron dirigirse con guatemaltecos que estuvieran dispuestos a ayudar y afortunadamente encontraron a algunos, los cuales formaron la junta directiva. Y de esta manera se creó la organización que ayudaría a miles de personas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario